Archivos Mensuales: diciembre 2020

Nineties Kid!

¡Gucci, Gucci, Gucci!’ fue lo que respondió Madonna a los periodistas cuando le preguntaron qué firma vestía en los Premios MTV de 1995. Una blusa azul de satín que mostraba su bra negro y unos pantalones a la cadera desataron una fiebre mediática de proporciones épicas. Esta tendencia de pantalones a la cadera o bumsters inició con “Taxi Driver” – colección de Alexander McQueen, presentada en 1993, y se mantuvo afianzada a las caderas de los jóvenes durante el resto de la década.

Con Madonna vestida de Gucci, Tom Ford pasó de ser un diseñador americano desconocido a dominar la década; sus creaciones y estrategias de marketing para la hasta entonces moribunda casa de moda italiana hicieron que Gucci viviera un renacimiento que meses más tarde seria imitado por Dior, Givenchy, Balenciaga y Louis Vuitton.

Junto a Tom Ford llegaron Mario Testino y Carine Roitfeld, quienes al lado del diseñador crearon la identidad visual de la firma y la mujer Gucci. Los códigos de los setenta y la excesiva sexualización —tanto de hombres como mujeres (Ford trataba a ambos géneros con idéntica lascivia)— pusieron a Gucci en las bocas de todos. Justamente fueron las modelos y de Marky Mark (ahora Mark Wahlberg) los que definieron la obsesión social por el culto al cuerpo y los trastornos alimenticios; el look heroinómano chic de las chicas presentó una delgadez extrema como estándar femenino y los abdominales de Wahlberg, en aquel afiche de Calvin, gestaron los ideales estéticos que hasta el día de hoy definen el atractivo masculino. 


Resulta un tanto desconcertante analizar las tendencias y celebridades que definieron la década de los noventa, que para mi comenzó cuando decore la portada de mi libro de inglés con una imagen de la campaña de Claudia Schiffer para Guess en segundo de secundaria, aquella campaña fue el debut de una jovencísima Claudia con Ellen von Unwerth como fotógrafa. Fue tanta mi obsesión con las modelos, tras Schiffer descubrí a Cindy, Linda, Christy, Naomi y Stephanie, que literalmente me dedique a “robar” de cualquier revista que encontraba las imágenes de publicidad o desfiles en las que aparecieran las supermodelos, la principal afectada fue la colección de revistas Vanidades de mi tía.

Durante buena parte de los noventa las revistas de moda eran casi inexistentes en nuestro país, salvo Vanidades pocas daban cobertura a los desfiles y tendencias internacionales. La revista Eres, que causaba furor con cada nueva portada, se dedicaba a retratar a la comunidad televisiva y dedicaba pocas  paginas a hablar de moda. Esto cambiara drásticamente para mi cuando descubrí la edición de Bazaar en español, edición en la que de manera indirecta conocí el trabajo de Liz Tilberis, ya que la edición mexicana traducía de la edición estadounidense muchos de sus contenidos, pero también lei por primera vez sobre Julia y Renata, Néstor Osuna, Macario Jiménez y justamente en Bazaar encontré la recomendación de la escuela de moda que unos años mas tarde se convertiría en mi alma mater.

Claudia Schiffer para Guess por Ellen von Unwerth

Mientras socialmente nos rehabilitábamos de la resaca que fueron los ochenta en cuanto a moda, el prisma de lo que significaba vivir con estilo evolucionó de las opulentas oficinas de Wall Street (ese mundo altamente competitivo y hedonista creado por Bret Easton Ellis en American Psycho) a las aulas de las escuelas (ese mundo altamente competitivo y hedonista creado por Aaron Spelling en Beverly Hills 90210). Los pasillos de las escuelas alcanzaron nuevas cotas estéticas, la influencia de las supermodelos: Cindy, Linda, Naomi, Christy, Claudia y compañía se sintió en todos los ámbitos. Ya no solo aparecían en revistas, ahora eran protagonistas de  shows en MTV —canal que llegó a México en 1993— películas e incontables historias de glamour y poder. ¿Quién no recuerda aquella famosa frase pronunciada por Linda Evangelista: ”Ni Christy ni yo nos levantamos de la cama por menos de 10,000 dólares”?

Junto con el glamour y los viajes en Concorde de las modelos, que leía ávidamente en la revista Vanidades, se gestó uno de los movimientos musicales y estéticos más importantes de la década y tendencia que actualmente pasa por un poderoso renacimiento: el grunge. Kurt Cobain hizo por las camisas de franela lo que Marlon Brando por los jeans en los 50’s: convertirlas en un símbolo de anarquía juvenil que alcanzó un nivel couture en la infame pasarela del entonces joven Marc Jacobs para Perry Ellis.

Kurt Cobain of Nirvana during the taping of MTV Unplugged at Sony Studios in New York City,

Aun recuerdo el sentimiento de rebeldía que recorrió mi mente la primera vez que anude una camisa de tartán a mi cintura, aunque debo reconocer que estuve más influenciado por Alicia Silverstone en el video de Cryin de Aerosmith que por el grunge de Kurt Cobain. Fue mi primer decisión de moda “adulta”. Tras la etapa de rebeldía de Silverstone en la trilogía de videos musicales de Aerosmith (Cryin, Amazing y Crazy), vino su emblemático papel como Cher Horowitz en Clueless, y con ella una epifanía en mi vida como incipiente “persona de moda”.

Clueless trajo esperanza a quienes admirábamos obsesivamente lo que sucedía en el mundo de la moda, pero también disfrutábamos con la literatura de Hermann Hesse. El universo estudiantil representado por Cher puso más alta la nota a la estética de instituto que anteriormente había proyectado Beverly Hills 90210 en mi. Clueless introdujo la industria de la moda a las mentes jóvenes y fue determinante para definir lo que sería la comunicación de moda en los años venideros al empoderar a un grupo de consumo que representa millones de dólares en ventas para las firmas de lujo. El término porno chic podía ser mencionado en platicas de sobremesa y la cultura rave aparecía como reflejo de una necesidad absoluta de libertad tanto estética como espiritual, plantando cara a una sociedad que preponderaba el “menos es más” como estilo de vida. 

Aunque algunos cronistas señalan a Armani como la personalidad que definió el buen vestir en los noventa, yo creo que fueron las mentes creativas de McQueen y Galliano, junto al derroche excesivo de sensualidad de Tom Ford y lo digerible y utilitario de Calvin Klein que realmente provocaron un cambio en la estética de la época. Ahora que han pasado veinte años desde que cerró la década, creo que el ímpetu con el que los jóvenes que no vivieron estos ambivalentes años celebran el espíritu de los noventa tiene que ver con lo excesivo e irreverente de tendencias y acontecimientos sociales.  Sinceramente no recuerdo a nadie que haya abrazado el minimalismo con tanto entusiasmo como nos hacen creer en las antologías de la época.

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